Al segundo día, el agua continuaba avanzando lentamente amenazando atravesar todo el arenal hacia la orilla.
Se acercó un hombre holandés para preguntar si sabíamos de donde venía ese agua; y decidió formar un pequeño muro de arena para evitar que avanzara. Y podía mas la fuerza del agua que la fuerza de su trabajo. Y el agua se elevaba por el obstáculo de arena quebradizo que trataba de fijar.
Y así durante unos minutos...
De repente apareció un grupo de quinceañeros que solían ponerse en la misma zona y al ver que el agua desbordaba la capacidad de la muralla de arena...y la capacidad del decidido hombre, se reunieron en corro y empezaron a recabar palas de juguete de cuantos niños había por la zona.
Y como unas hormiguitas, comenzaron a deshacer el muro para ir canalizando con las palas y una perfecta organización arquitectónica una senda por donde discurrir el caudal de agua hasta una zona lateral apartada hacia una cuneta de la playa.
Y la perplejidad del hombre resultó divertida. Nos miró a todos los que por allí estábamos con un gesto de sorpresa....y de incredulidad. Y los que allí estábamos sonreímos ante la osadía grupal de los jóvenes.
Y mientras miraba al hombre que permanecía de pie con los brazos en jarra, pensé en el individualismo frente al trabajo en equipo, en la genialidad y dinamismo de buscar salidas ( en este caso al agua) frente al inmovilismo de levantar barreras...en las soluciones presumiblemente infalibles, frente a las decisiones meditadas y organizadas.
Y el ser testigo de esa lucha de inteligencias, me llevó a pensar cuántas veces "estancamos" los problemas construyendo un muro sin sopesar que terminará desbordando...frente a la opción de intentar "canalizar" las soluciones.
Y tú, ¿ tapias o canalizas?